
Poder y corrupción son, sin lugar a dudas, dos términos que van acompañados en no pocas ocasiones. Aquél que dispone de
poder, es decir, de la facultad de influir sobre su entorno y sobre el resto de los individuos, conoce el valor de éste, y conoce aún mejor la tentación de pervertirlo, y es que han sido muchos, desde magistrados hasta ministros, personas de incuestionable prestigio y reputación, los que un día decidieron morder la manzana de la
corrupción.
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Artículo de Álvaro Perea en fuerteventuralimpia.blogspot.com
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